Ya han pasado casi 2 semanas desde que me realizaron el legrado. Físicamente me encuentro perfecta, incluso he bajado unos cuantos kilos, y anímicamente me encuentro mejor.
Pasar por un aborto es una experiencia bastante dolorosa porque, junto con el sentimiento de pérdida, se te junta el de culpabilidad, impotencia, la duda de haber hecho algo mal, el miedo a que te vuelva a ocurrir, etc...
Lo peor, para mí, fue que no me lo esperaba. A pesar de haber estado manchando 10 días antes, tras la última eco en la que se confirmaba que todo estaba bien y que, incluso, había latido (perceptible visualmente, aunque no se pudiera escuchar), había dejado de manchar y me encontraba perfectamente. Creo que lo que más me dolió fue que no me di cuenta de que algo iba mal.
El legrado me lo realizaron en la Clínica Sta. Catalina, en Las Palmas de Gran Canaria, y el trato fue inmejorable. Todo el personal, tanto médicos como enfermeros/as, me trataron con mucho cariño y atención e, incluso, alguno se paró a hablar conmigo para darme ánimos. A las 4 de la tarde me bajaron a quirófano y a las 5 ya estaba de vuelta en la habitación, con ligeras molestias como si se trataran de dolores menstruales. Tras 2 horas para poder recuperarme de la anestesia (general) y la administración de oxitocina en vena para ayudar a la contracción del útero a su forma original, me dejaron tomar una manzanilla para ver cómo la toleraba mi estómago y, a la hora, ya tenía el sobre con el alta médica.
Esa noche estuve bastante bien. Sangraba debido al legrado, pero como si fuera una regla. Psicológicamente estaba bien, pero me sentía como si estuviera dentro de una burbuja. Al día siguiente estuve todo el día acompañada hasta que llegó Alfonso de trabajar, a eso de las 7 de la tarde.
Lo peor de todo fue que esa noche exploté y lloré como no recuerdo haberlo hecho antes. No podía parar de llorar y, cuando parecía que ya me había calmado un poco, el pecho comenzaba a oprimirme de nuevo y volvía a llorar con más fuerza hasta que, finalmente, sentí que no podía llorar más.
Pasé los siguientes 4 días relativamente bien, pero de pronto se me llenaban los ojos de lágrimas y me tenía que ir al dormitorio para que Alfonso no me viera. A esto, se me juntaban las llamadas de amigos y familiares. Sé que va a sonar mal, pero estaba harta de que me llamaran para darme ánimos porque no hacían más que recordarme que estaba mal y, cuando pensaba que estaba bien, me recordaban que no era así, con frases del tipo "Anímate", "¿Estás mejor?", "¿Cómo lo llevas?". No sé, puede que sea un bicho raro, pero odio que me compadezcan porque me hace sentir débil. Así que opté por lo más radical: no coger el teléfono y evitar todo eso.
De pronto, sentí que la única persona que me podía entender era mi madre. Ella pasó por lo mismo hace 30 años, justo antes de tenerme a mí, y hablándolo con ella me hacía sentir mejor porque ella no me miraba con cara de pena. Me contaba su experiencia y, cómo, poco después de su legrado, se quedó embarazada de mí. Así que ahora me siento como la prueba fehaciente de que hay vida después de un legrado.
Aparte de todo eso, entré en el foro del embarazo, en el subforo de de madres que habían pasado por un aborto y leí a tantas y tantas chicas que habían pasado por lo mismo que yo, que sentían lo mismo que siento yo y cómo se animaban la unas a las otras y cómo la mayoría volvían a quedarse embarazadas... Empecé a sentirme más fuerte y, un día, al irme a dormir, me di cuenta de que ese día no había derramado ninguna lágrima y me sentí mejor conmigo misma.
A partir de entonces, empecé a ir hacia adelante. Comencé a contestar las llamadas de teléfono y a responder, al parecer, de manera convincente, que ya me encontraba mejor. Mañana tengo cita con la ginecóloga para la revisión post-legrado y para que me dé las indicaciones que debo seguir a partir de ahora.
Con todo esto, no digo que ahora me de igual. Echo de menos cosas que cualquiera pensaría que son locuras: echo de menos el "dolor de ovarios" que sentía cuando estaba embarazada, el dolor y la tensión en el pecho, los granos que me estaban saliendo en la cara, el hacer pis cada 3 minutos... Lo echo de menos porque todo eso ahora no lo tengo y me doy tanta cuenta de ello... Pero, aún así, estoy animada y tengo muchas ganas de ponerme de nuevo a ello porque, si no lo intento, nunca podré tener hijos y no puedo dejar que el miedo a perderlos me paralice.
He decidido que seguiré con el blog, aunque las entradas sean más espaciadas en el tiempo, porque me he dado cuenta de que, escribiendo lo que siento, me hace sentir mejor.
Muchas gracias por todo.
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